2010/11/25

De silenciosa incredulidad / Sin Domicilio Fijo



“Ser” en relación a nuestra propia experiencia, el “pienso y luego existo” se transforma, en la era de la imagen, en un “veo luego existo”; un modelo de pensamiento regido bajo la máxima “ver para creer”. Para el artista Enrique Hernández, ver significa exactamente lo contrario, implica dudar; sus cuadros materializan esa incredulidad resultado de un proceso en el cual, mientras la imagen se va trazando, la realidad va desapareciendo.

SIN DOMICILIO FIJO hace referencia a la movilidad, a la transigencia, a un espacio-tiempo de mutación permanente; una forma de vida carente de cualquier referencia concreta. Es así que nosotros como espectadores nos movemos entre la representación de los modelos y la ilusión de los significados. El artista nos mantiene suspendidos en la amorfa figuración de la realidad y nos pregunta: ¿qué es real?, ¿qué no lo es?, ¿lo que percibo, es real? Todo ello abre un paréntesis donde cualquier duda cabe aunque su cuestionamiento no se evapora en una hipérbole discursiva, al contrario, utiliza al objeto cotidiano como portador de significados varios. El objeto multiplicado, reflejado en sí mismo una y otra vez, pierde su referente y gravita en la estratósfera del mundo significable, como si a partir de la constante reproducción de sí misma la imagen se exorcizara de su propio signo llevándonos a reflexionar sobre la vacuidad de la representación de la cual somos asiduos consumistas.

El panorama de la pintura, en el contexto de la Historia del Arte, ha tenido sus puntos de quiebre y sin más se ha anunciado su muerte en varias ocasiones. El fin de los discursos no ha sido sino el inicio de nuevas formas de producción de sentido. Así también, la obra de Hernández se renueva constantemente en la búsqueda por los signos que dictan nuestra actualidad. Su versatilidad por atender a un lenguaje contemporáneo lo conduce por los caminos de un arte universal que no se lee bajo los fundamentalismos de un cierto estilo o región geográfica pues, digámoslo así, el arte también se ha globalizado gracias a la influencia de la tecnología en nuestras vidas. El artista sabe de esto y él mismo utiliza las herramientas tecnológicas y digitales para conformar su lenguaje. Sus motivaciones no descansan en una mera fraternalización con tales medios, más bien los utiliza para cuestionar la veracidad de la representación a través de su simulacro. Con esto el artista no objeta ni impone, simplemente pone sobre la mesa o, en este caso, sobre el lienzo, las preguntas, cuantas preguntas esté uno dispuesto a hacerse pues al final de cuentas no hay respuesta concreta.

La obra de Hernández resulta oportuna en una época donde todo se da por hecho; ahí donde la teatralidad de los discursos es utilizada como herramienta de disuasión. El artista nos confronta de frente con la realidad, o mejor dicho, con su ausencia y nos induce a un momento de autorreflexión, un trance momentáneo dentro del vaivén de la experiencia visual.

A.B.B.C.


No hay comentarios: